La alambrada, de José Marzo

Principio de la novela La alambrada, de José Marzo
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Me telefonearon pasada la medianoche para decirme que mi tío había muerto.
—Te esperamos en la cafetería del hospital —se despidió mi madre—. Estamos todos.
Yo había conversado con él aquella misma tarde. Di por finalizada mi última clase quince minutos antes de la hora habitual y fui a visitarlo al hospital 12 de Octubre. Las últimas veces ya había dejado de llamarme la atención la extrema delgadez de su rostro y de su cuerpo, que se marcaba bajo las sábanas, pero hoy se mostraba especialmente nervioso e irascible.
—Cierra la puerta —me pidió—. Y corre la cortina.
Por el pasillo iban y venían enfermos en bata, visitantes y alguna enfermera. La costumbre era que el acceso a las habitaciones permaneciera despejado, así que me limité a entornar la puerta. Regresé al centro de la habitación y corrí la cortina que la dividía. En la otra mitad se hallaba en cama un hombre ya viejo. Su cráneo calvo y sus mejillas hundidas asomaban por el embozo de la sábana y parecía dormir. Frente a él había un televisor con el volumen al mínimo. Al lado de la cama, una señora gruesa con un vestido floreado reposaba en una butaca. Estaba descalza y había extendido las piernas. Tenía los ojos cerrados, pero deduje que no dormía por la posición de su cabeza, demasiado frontal.
—No me dará la satisfacción de morir antes que yo —dijo mi tío en voz baja—. Aquí me lo encontré el día que ingresé y aquí seguirá el día que me saquen con las piernas por delante.
En otro tiempo, pensé, habría acompañado su sarcasmo con una sonrisa. Señalé con la cabeza hacia el otro lado de la cortina.
—No te preocupes, están dormidos —Y continuó—: Parece que tiene setenta años, pero lo cierto es que no ha cumplido los cincuenta. ¡Es menor que yo...! Su cáncer debe de ser de otro tipo. Si ves a un médico, pregúntaselo. Al parecer lleva años así, empeorando poco a poco, con mejorías esporádicas. Le han operado una decena de veces. Ahora tiene afectados varios órganos vitales, el riñón y el hígado, pero no acaba de caer. Parece que incluso ha mejorado otra vez los últimos días y vuelve a comer. Apostaría a que su metástasis es del género compasivo, no se atreve a terminar lo que ha empezado. Yo prefiero una metástasis implacable y rápida... esta jodida metástasis eficiente y sin escrúpulos.
Tres meses atrás, le habían diagnosticado un cáncer del aparato digestivo. Tenía molestias desde hacía seis meses, pero no había querido concederles importancia. Cuando acudió al médico, ya era demasiado tarde. Le operaron para estirpar el tumor. Sin embargo, al abrirle descubrieron que estaba muy avanzado y que había atacado vasos y arterias. También descartaron el tratamiento con radiaciones y la quimioterapia. Sólo le prescribieron calmantes. A horas fijas, acudía una enfermera y le daba sus comprimidos; dosis doble por las noches, cuando las visitas ya se habían marchado.
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