'Sobre Pío Baroja', (La novela en el siglo XX, hasta 1939, de Juan Ignacio Ferreras)

'Sobre Pío Baroja'
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La vida de Pío Baroja y Nessi (San Sebastián, 1872-Madrid, 1956) es la de un ejemplar novelista de oficio, sin altibajos ni aventuras: médico, ejerció muy poco su carrera, vino pronto a Madrid para regentar la tahona de una tía suya, y después se dedicó a escribir (la mayor parte de sus obras las publicó Caro Reggio, marido de su hermana). Coqueteó con el periodismo e hizo hasta un libro de versos, pero lo esencial, la vida entera de este burgués tranquilo aunque un tanto viajero, lo constituyó la novela: podríamos enumerar aquí cerca de cien volúmenes, de los que 66 son novelas (el resto, memorias, artículos, versos, cuentos); 66 títulos parecen a primera vista imposibles de resumir y hasta de examinar; sin embargo, podemos partir de la división establecida por un insigne crítico, y contar también con una circunstancia favorable: la gran unidad, en cuanto a estilo y estructura, de toda la obra. Eugenio G. de Nora (1962, tomo I, pp. 131-132) establece la siguiente división de la novelística de Baroja, que aceptamos casi en su totalidad:

 
I. Tierra vasca: La casa de Aizgorri (1900), El Mayorazgo de Labraz (1903), Zalacaín el aventurero (1909).
II. La vida fantástica: Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (1902) y Paradox rey (1906).
III. La lucha por la vida: La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora roja (1905).
IV. El pasado: La feria de los discretos (1905), Los últimos románticos (1906) y Las tragedias grotescas (1907).
V. La raza: La dama errante (1908), La ciudad de la niebla (1909) y El árbol de la Ciencia (1911).
VI. Las ciudades: César o nada (1910), El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida (1920).
VII. El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911), El laberinto de las sirenas (1923), Los pilotos de altura (1929) y La estrella del capitán Chimista (1930).
VIII. Memorias de un hombre de acción; con este título general, publicó Baroja 22 volúmenes de novelas históricas, de 1913 a 1935.
IX. Agonías de nuestro tiempo: El gran torbellino del mundo (1926), Las veleidades de la fortuna y Los amores tardíos (1927).
X. La selva oscura: La familia de Errotacho (1931), El cabo de las tormentas y Los visionarios (1932).
XI. La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934), El cura de Monleón (1936) y Locuras de carnaval (1937).
XII. Últimas novelas: Susana (1938), Laura, o la soledad sin remedio (1939), El caballero de Erlaiz (1943), El hotel del Cisne (1946), El cantor vagabundo (1950), Las veladas del chalet gris y La obsesión del misterio (1952).
 
Tal es, en resumen, y dejando aparte novelas y relatos cortos, la obra novelesca de Baroja, que, como se verá, parece organizarse, aunque imperfectamente, en trilogías. G. de Nora ha seguido hasta cierto punto la división de la obra establecida por el mismo autor, aunque completándola y perfeccionándola.
Antes de tratar de la unidad de esta obra, puede observarse ya, en los últimos años, un cierto desorden o cierto cambio en la producción barojiana.
La novela de Baroja representa la solución más original que el realismo ha encontrado a la tradicional novela decimonónica. Baroja decanta o sublima el realismo, al prescindir de lo que él cree, siempre subjetivamente, postizo, y al resaltar lo que considera esencial. Y lo esencial para Baroja es el tipo y la acción. El autor busca la verdad, pero la verdad no está en la reconstrucción de unos personajes muy relacionados entre sí ni del universo que los sostiene y a veces determina; para Baroja, el personaje ha de ser libre, y su libertad se manifiesta a la hora de la acción. Y los protagonistas barojianos, héroes y casi siempre antihéroes, son personajes activos que luchan por algo muy concreto, aunque fracasen. El ideal para Baroja es el hombre de acción (de ahí que dedicara tantos títulos a un personaje histórico del XIX como Aviraneta, político, guerrillero y conspirador).

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