'Una batalla a pleno sol', El insurrecto, de Jules Vallès

De la novela El insurrecto, de Jules Vallès
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Capítulo 2
 
Heme de nuevo en las calles de París, con nada más que cuarenta francos en el bolsillo, y peleado con todas las universidades de Francia y Navarra.
¿Hacia dónde dirigirme?
Ya no soy el mismo hombre: ocho meses en provincias me han transformado.

 
Viví, durante diez años, como el borracho que, temeroso de la resaca que seguirá a su embriaguez, se lanza bestialmente sobre el vino blanco en cuanto se levanta de la cama, y siempre mantiene una botella al alcance de su mano temblorosa. Yo me emborrachaba con mi saliva.
¡Y a menudo pagaba caro mi valor!
Aquellos mismos a quienes regalaba una broma que ocultaba mi pena o distraía la suya, antes que comprender y agradecérmelo, me trataban de auvernés y de cruel. Espíritus piojosos, cobardes de corazón, que no se daban cuenta de que echaba mi ironía sobre el dolor igual que me pondría una nariz postiza si tuviera un cáncer, y que la emoción me roía las entrañas mientras ahogaba en chistes nuestra miseria compartida, como se rompe a puñetazos un cristal para que el aire penetre en un habitáculo.
 
¡Valía la pena ponerse en la fila!
¿Qué he hecho desde mi regreso de provincias...? No lo sé. He vivido como un animal, lo mismo que allí, pero sin la alegría del pasto y la litera.
¿Descenderé hasta el cementerio sin más ocupación que defenderme contra la vida, sin salir de la sombra, sin disponer al menos de una batalla a pleno sol?

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