Un tío disperso (A esto llevan los excesos, de Miguel Baquero)


Un tío disperso

del ebook A esto llevan los excesos
de Miguel Baquero

«Pues manda vuesa merced que se le escriba y cuente...», diría Lázaro de Tormes. «Pues manda vuesa merced que se le escriba un blog...», diría Martín Pijo.
Aquí comienza una bitácora; y como todo en esta vida exige buenos principios y un modelo a seguir, he estado buceando durante toda la noche en la blogosfera en busca de un referente que seguir entre los cientos de miles de páginas personales. De amanecida ya, he llegado a una conclusión: la gente que lanza sus bitácoras tiene, por lo general, unos gustos bien definidos y una personalidad muy acusada. Es gente que defiende con firmeza y constancia un ideario, unos valores, unos gustos, una moda o, en último caso, un ego; y si no es eso, asumen un papel —el de jubilada moderna, por ejemplo, el de chico sensible, el de universitario cínico, el de revolucionario antiglobalización o el de separada neurótica— y, firmes en él, van desgranando textos y consumiendo días.
Decidido a emprender mi bitácora, observo, atribulado, que me falla la base. Que flaqueo desde el principio: porque yo, si bien me miro —y ya me voy conociendo— no tengo precisamente lo que se dice unos gustos sólidos, ni una personalidad rocosa, ni soy hombre de una pieza, sino que me considero, a falta de mejor adjetivo, un tío disperso. Disperso para lo pequeño y para lo grande, para los asuntos cotidianos y para las construcciones ideológicas.
¡Qué más quisiera yo que tener una escala de valores y todas esas cosas!; pero soy incapaz de centrarme en un asunto o de tomar una postura vital y olvidarme del resto. Me gusta la literatura, sí, pero tampoco tengo en ella los pies muy afianzados; algo hay en mi interior, una fuerza desconocida, que a veces me arrastra a cerrar el libro que estoy leyendo y bajar raudo a la calle a comprar el Marca. O el As. Yo soy ese hombre que pasa de Edipo Rey al repaso de la tabla clasificatoria de Primera División sin el menor estremecimiento de conciencia.
Se supone que, ya que aspiro a escribir, debería tener un ego poderoso y una personalidad rampante, pero lo cierto es que cada vez me resulta más extraño tomarme en serio a mí mismo. Después de toda una noche dando vueltas por la blogosfera, he llegado a la conclusión de que, quizás, esta bitácora me viniera bien para centrarme, para abrir los baúles donde guardo mis cosas, exponerlas a la luz y que, de pronto, milagrosamente, se encienda el enlace a 1 comentario y alguien me ayude a diferenciar los cachivaches buenos de los malos y pueda así forjarme, que ya es hora, una personalidad.
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