por Juan Ignacio Ferreras
(fragmento)
I. Introducción
Una aproximación al teatro decimonónico en España obliga, en primer lugar, a tener en cuenta la vida política y social del siglo, porque, de alguna manera, el arte dramático estuvo la mayor parte de las veces supeditado a los avatares políticos y sociales. En segundo lugar, también hay que tener en cuenta las corrientes dramáticas que, nacidas en el XVIII, perduran y se transforman, como veremos, a lo largo del siglo que tratamos de estudiar.
Política y socialmente, el teatro del XIX ha de amoldarse a las direcciones artísticas que emanan del poder, y por ello habrá que tener en cuenta, ante todo, los años 1800 a 1833, período en el que, con muy breves pausas, domina la censura gubernativa y, sobre todo, el absolutismo de Fernando VII. El período de las regencias, de 1833 a 1843, permite, sin embargo, aunque siempre con cortapisas, nuevas libertades dramáticas. A partir de 1843, y hasta la revolución de 1868, el teatro español se aburguesa y camina hacia el realismo. Después de 1868, la libertad es casi total y asistimos, por fin, a la puesta en escena de todas las tendencias dramáticas existentes.
Conviene recordar, sobre todo para más de un tercio del siglo, que el artista dramático, autor o actor, trabajó pendiente de una vida política que afectó su trabajo y su quehacer, siempre en sentido negativo. Esta presencia política es comparable, y también durante largos años, al período de la posguerra civil española, el segundo tercio del siglo XX.
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