'Los monumentos romanos y el pan' ('El niño', de Jules Vallès)

Sobre los monumentos romanos y el pan, de la novela El niño, de Jules Vallès
- - -
Puerta de Pannesac.
Jules Vallès, retratado por Courbet
Es una puerta de piedra y mi padre dice, incluso, que puedo formarme una idea de los monumentos romanos si la miro bien.
Siento, al principio, una especie de veneración, luego me aburre; comienzo a sentir asco por los monumentos romanos.
¡Pero la calle...! Huele a simiente y a grano.
Los sacos de trigo, amontonados a lo largo de los muros, semejan gente dormida. Flota en el aire el fino polvo de la harina y se oye el estruendo de los alegres mercados. Aquí vienen a aprovisionarse los panaderos y los molineros, los que hacen el pan.
 
 
Respeto el pan.
Cierto día arrojé un mendrugo y mi padre fue a recogerlo. No me habló con dureza como hace siempre.
—Hijo mío —me dijo—, no debes tirar el pan; es duro ganarlo. No nos sobra, pero si así fuera, deberíamos darlo a los pobres. Tal vez te falte algún día y, entonces, sabrás lo que vale. Recuerda lo que te digo, hijo mío.
Jamás lo he olvidado.
Aquella observación que, quizás por primera vez en mi vida, me fue hecha sin cólera, pero con dignidad, penetró hasta el fondo de mi alma; desde entonces he sentido respeto por el pan.
Las cosechas me han parecido sagradas, jamás he aplastado una espiga para recoger una amapola o una azulina; jamás he matado en su tallo la flor del pan.
Lo que me dijo acerca de los pobres me impresionó también, y tal vez debo a aquellas palabras, pronunciadas con sencillez, el haber respetado siempre y haber optado en toda ocasión por la defensa de los hambrientos.
—Sabrás lo que vale.
Lo he sabido.
- - -
+ INFO


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por opinar