Por mal camino (A esto llevan los excesos, de Miguel Baquero)


Por mal camino


del ebook A esto llevan los excesos
 
Mi primer libro lo publiqué de forma anónima. Esto del anonimato fue en parte por juego y en parte porque era de la opinión de que los libros tienen que prosperar en el mercado no por el renombre del autor o de sus padrinos, no por la labor de la promoción y el marquetingue, sino sólo ¡ay! por la calidad de su escritura.
Cuando publiqué mi primer libro era, a partes iguales, un engreído y un iluso.
—Prepárate, Humanidad —mascullé para mis adentros cuando me anunciaron que el libro acababa de entrar en imprenta.
Salió el libro y, tras esperar tres días —el tiempo que, calculaba yo, tardaría la distribuidora en esparcirlo por el mundo—, me paso una tarde por la Casa del Libro de la plaza del Celenque para verlo allí expuesto. Es invierno y yo llevo un ejemplar en el bolsillo del abrigo —para, yo qué sé, enseñárselo a algún conocido con el que me encontrara o regalárselo a alguien si no podía esperar a comprarlo—. En ésas, como digo, me meto en la Casa del Libro de la plaza del Celenque y me asombra un poco no ver mi novela en los expositores nada más entrar. Tampoco la veo en las estanterías, ni en las más cercanas ni en las del fondo. Me da algo de vergüenza preguntar, así que rebusco. Sólo al cabo de un buen rato me doy cuenta de que mi actitud es un poco sospechosa; al menos, el guardia jurado de la puerta no me quita ojo.
Al final, sin haber encontrado ni rastro de mi novela, paso por delante de la línea de cajas y voy a salir de la tienda cuando el guardia jurado se interpone entre la calle y yo.
—¿Te importa —me dice— si le echo un vistazo a los bolsillos de tu abrigo?
Yo le dije que no, que no me importaba, y él entonces palpa y tropieza con mi novela, que, como he dicho, llevo siempre encima. Me mira con expresión acusadora.
—Este libro es mío —le respondo.
—Ya. Eso dicen todos.
—No. Que es mío me refiero a que lo he escrito yo.
El guardia me mira con expresión quizás más acusadora y abre el libro para comprobar si es verdad lo que estoy diciendo. La novela —recuerda, amigo bloguero—, ha salido como anónima, sin foto alguna del autor, o sea, yo, ni referencia al nombre en las solapas. Yo ya estaba convencido de haberme metido en un lío bastante estúpido cuando el guardia, después de haberle echado un vistazo al libro, me lo devuelve con estas palabras:
—Seguramente tienes razón. Con la de libros que hay ahí dentro, ¿quién querría robar esto?
Y pronunció ese «esto» con un tono que llevo todavía clavado en el corazón.
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