Siempre se ha dicho que la vida pasa muy rápido, que cómo se van los días, que el hombre no es más que un relámpago súbito en medio de la eternidad. Pues bien, amigo y amiga blogueros, contra esta celeridad yo os propongo un remedio muy fácil: tener un libro a punto de salir.
Cuando uno tiene un libro a punto de salir —el editor le ha dicho que para final de año, por ejemplo— los días pasan muy despacio, lentamente, parece que no concluyen nunca y no dejan lugar al siguiente. Y cuando al fin asoma en el horizonte la fecha deseada, el editor le dice que ya, mejor, para mayo; y cuando se acerca mayo de pronto la línea se atrasa a septiembre, después de vacaciones; y en septiembre, por diversas causas, no es una fecha propicia y nos plantamos ya en enero.
Y los días se estiran, se prolongan, no asoma nunca el final...
Un poco exagerado a lo mejor, pero así suele funcionar la cosa. Os aseguro que no es comparable a un embarazo: un embarazo todo el mundo sabe que finaliza a los nueve meses y no hay forma de alargarlo. Un piso también te lo dan, más o menos, en la fecha prevista; hasta las obras de la cocina suelen cumplir el plazo. Pero cuando un editor te dice que van a publicarte un libro, entonces entras en una especie de bucle espacio-temporal en que tú ves cómo la gente a tu alrededor vive, prospera y triunfa, los demás no hacen más que sacar libros, y tú allí, quieto, esperando, que te han dicho que «para últimos».
Entre que a un tipo de medio pelo, cual yo —o calvo total, a qué negarlo— le aceptan un libro y se lo publican, le da tiempo no digo ya a suicidarse —que en eso se tarda, calculo yo, todo lo más un minuto. Dos si escribes una nota para el juez: «No se culpe a nadie de mi muerte, más que al editor, que es un cansino»—; le da tiempo a saltar la banca de Montecarlo y gastarse todo el dinero en juergas; a divorciarse por tercera vez aunque empiece de virgen; y hasta a meterse en un monasterio cartujo, salirse y cambiarse después de sexo. Y ya no digo nada si tiene el libro, lo quiere publicar, y cuenta desde el momento en que empieza a moverlo. Hay excepciones, claro, pero conozco gente que escribió un libro ambientado en la URSS y, cuando lo publicaron, de la URSS ya sólo quedaba Osetia del Este. Tal vez por eso ahora quienes empiezan escriben tanta novela histórica o de ficción, ambientada en un espacio imaginario. Para no quedar desfasados de ahí a que se los publiquen.
Dirás, quizás, que soy un quejica, un impaciente, y que todo esto me viene bien como cura de humildad y paciencia. Y sí, tienes razón, amigo bloguero, cura de humildad y paciencia sí que es... pero es que yo estoy ya un poco saturado de estas curas. ¡A ver cuándo me llega una cura de orgullo y rapidez!
Y luego, seamos realistas: todo este tiempo aguantado como una losa, total para nada. Para que salga el libro finalmente y a los quince días o así ya lo retiren de los expositores porque vienen empujando las novedades más recientes. Que no pueden esperar, dice el librero. En fin, qué descompensado está esto de la edición. Cómo envidio a esos blogueros que tienen como afición el bádminton.
Puntualización post-blog: Tiempo después de escribir esta entrada, hacia diciembre de 2011, el autor recibió una llamada de la editorial que iba a publicarle el libro para anunciarle que la edición se retrasaba a marzo, mayo o junio de 2012…
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