Del libro El mundo es oblongo, de Miguel Baquero
Crónicas de urgencia desde la Puerta del Sol – mayo 2011
He estado hace un momento en la Puerta del Sol, de Madrid, a ver a los acampados del movimiento 15 de mayo —¡bonito nombre!—, esos jóvenes, trabajadores, parados, amas de casa, jubilados… que reclaman otro tipo de democracia, en esencia una democracia respetuosa para con el ciudadano. Y me he quedado fascinado. Por su empuje, pero, sobre todo, por su sinceridad. Hay en la plaza tanta dignidad herida que enseguida se echa de ver que tienen toda la razón, que no pueden dejar de tenerla.
Nunca he querido hablar de política ni en este blog ni en otros foros. Hace tiempo que desconfío profundamente de ella. Estuve muchos años protegiéndome de los golpes que me vinieran por el flanco derecho y un día descubrí que, aprovechando mi guardia, me estaban machacando impunemente el hígado, que como todo el mundo sabe está a la izquierda si te atacan por la espalda. A la vista de aquello, y si hubiera de hacer un análisis político de urgencia, en lenguaje técnico, diría que por todos lados nos llueven hostias. A mí al menos.
Pero esto de la Puerta del Sol no es política. Y ese es su riesgo. De igual manera que me ha fascinado la naturaleza del movimiento, me asusta su fragilidad. La plaza está llena de pancartas blancas, exigiendo libertad de opinión, justicia, trabajo, futuro… Demasiado fresco e indefenso todo. Tan goloso como un pastel a la puerta de un colegio —perdón por la comparación manida, pero estoy escribiendo rápido—. Porque sospecho que es cuestión de horas el que alguien intente apropiársela. O si es el caso, sabotearla. Y está claro que, en cuanto entre esas pancartas blancas se cuele —o cuelen—, yo qué sé, una tricolor, una rojinegra, una estelada, una cubana, incluso una con la hoja del cannabis, y ya no digo una sindicalista o una del puño con o sin rosa, a la vista del menor trapo todo se vendrá por tierra.
Quizás ahora mismo, mientras estoy escribiendo esto, ya ha aparecido por allí el famoso Pepito o el actor Antoñito a hacer de portavoz de quien no se lo ha pedido.
(continúa)
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